viernes, 17 de abril de 2009

De la felicidad y el dinero


Me llamó la atención un artículo publicado en el periódico regio llamado la rocka, es una revista cultural muy interesante, en este artículo habla de la felicidad y el materialismo, me gustó mucho y en sí todo el periódico es original, en fin, les dejo el artículo y un link a la revista en su edición pasada, por cierto, viene un artículo de Godoy, un pintor regio urbano bastante bueno...
En medio de la terrible crisis actual, hay todavía motivos suficientes para andar felices por el mundo. De hecho siempre ha habido motivos, siempre hemos tenido la felicidad al alcance de la mano.

En mayor o menor grado, todos contamos con oportunidades de disfrutar lo mejor de la vida. Por ejemplo, prácticamente todos tenemos la oportunidad de enamorarnos; todos podemos aprender y adquirir conocimientos para gozar experiencias que hasta hoy ignoramos; y también podemos reír al máximo todos los días. Se trata de oportunidades en verdad espectaculares: enamorarnos, aprender y reír. ¿Cómo sería la vida sin capacidades de esta magnitud? Y son sólo tres ejemplos de actos cotidianos que son en sí mismos una maravilla; existen otros dones que también contienen la semilla de la felicidad y están a nuestro alcance. Por desgracia, se nos ha inculcado una felicidad ficticia, una felicidad de mentiras, basada en la posesión de objetos y la acumulación de dinero. Es innegable la importancia de los bienes materiales. ¿Acaso no queremos todos una casa bonita? ¿No sería bueno un auto último modelo? ¿Sacarnos la lotería? El error consiste en atribuir a los objetos –casa, auto, ropa, iPod, reloj, netbook–, o al dinero, el valor de la felicidad. Si los bienes materiales nos garantizaran la felicidad, no habría ricos infelices. Recordemos el caso reciente del hijo que metió a la cárcel al papá y los hermanos. A ellos no les faltaba el dinero… ¿eran felices?

La publicidad nos bombardea con mensajes incitando al consumo. En sí, comprar cosas no está mal. La publicidad y el comercio han sido fundamentales para el desarrollo de las sociedades, han generado empleos, riqueza y desarrollo. Las casas, los autos, la ropa, todo lo que se puede comprar, nos brindan comodidad y placer. Está bien, hay que luchar, hay que esforzarnos por conseguir eso que nos gusta: el boleto para el concierto, el cine y las palomitas, un pantalón nuevo, zapatos, un viaje… el problema sobreviene cuando los mensajes publicitarios ‘atacan’ a personas incapaces de comprender la esencia de la vida. Como si se tratase de una enfermedad viral, estos consumidores modifican, distorsionan la escala de valores básicos del ser humano y confunden la felicidad con las compras.

Su felicidad termina siendo tan enfermiza y falsa, que al día siguiente de su compra, ya son nuevamente unos infelices que necesitan comprar con urgencia alguna otra cosa, pobres, siempre serán unos desgraciados, condenados a la insatisfacción eterna, presos de la última moda.

En sentido opuesto, ¿cuánto cuesta un beso, la sonrisa de alguien que te gusta, una caricia? ¿Cómo se le pone precio a la satisfacción de aprender a manejar el Photoshop, a bailar tango,
a cocinar como chef? ¿Se subasta el placer de leer un buen libro? ¿La salud, se puede tasar? ¿Y cómo se valora lo máximo que tenemos: la vida?

En tiempos de crisis, recordemos que estar contentos, felices, dichosos, no depende de tener abundantes bienes materiales. Sin negar la importancia del dinero –todos lo necesitamos–, démosle su exacto valor. Y hagamos de la vida el mejor sitio donde estar.